jueves, 21 de junio de 2012

TRANSEXUALISMO Y PSICOSIS.


TRANSEXUALISMO Y PSICOSIS.
Se denomina transgénero (TG) a una persona que invoca la convicción de que su verdadera identidad genérica corresponde al género opuesto al evidenciado por su anatomía genital y como tal se desempeña en los roles y conductas sociales que asume. Se denomina transexual (TS) a una persona transgénero que se somete a intervenciones quirúrgicas para adecuar su cuerpo a su identidad de género.
El conjunto de la problemática de la disforia de género es denominada a nivel médico, psicológico, sociológico, jurídico, político, etc. , con el término genérico de transexualismo.
Richard Freiherr von Krafft-Ebing (1840-1902) médico psiquiatra y sexólogo Austro-Alemán, autor de varias obras de nota, es particularmente célebre por su Psichopathia Sexualis,(1886) texto de referencia forense dirigido a médicos y jueces pero todo un best sellers entre lectores meramente ávidos de truculencias eróticas. Fue una de las primeras obras en estudiar el placer sexual femenino, el estado mental de los ofensores sexuales, la homosexualidad y otras formas de diversidad psicosexual, poco antes de la aparición de las obras de Sigmund Freud, contemporáneo y coetáneo de Krafft-Ebing. En esa obra inauguró los neologismos sadismo (como relativo al Marqués de Sade –pron. Saad- cuyas obras describen crueles prácticas sexuales) y masoquismo (como referido al escritor Leopoldo von Sacher-Masoch, autor de La Venus de las Pieles).
En un principio Krafft-Ebing creía que el propósito del deseo sexual era la procreación y, consecuentemente, toda forma de deseo que no apuntase a dicha meta era una perversión. De acuerdo a ese criterio, la violación era un acto socialmente despreciable pero no una perversión, pues no se apartaba del objetivo del acto.
Entre los estudios femeninos expuso el caso de Count-Sandor, un transexual (femenino-a-masculino).
Tras entrevistar a muchos homosexuales, tanto en su práctica privada cuanto como experto forense y, tras leer algunos de los primeros trabajos en pro de los derechos homosexuales (los actos homosexuales entre hombres eran delitos en Alemania y en el Imperio Austro-Húngaro, en aquellos días) Krafft-Ebing concluyó que la homosexualidad no era una enfermedad mental ni una perversión, contradicción que, en mi opinión, implica el comienzo de una evolución en su propio pensamiento: si la homosexualidad no es perversión entonces el destino del sexo no es exclusivamente reproductivo. (Recién en 1973 se eliminó a la homosexualidad del listado de enfermedades mentales del Manual de Diagnóstico de la Asociación Americana de Psiquiatría).
Krafft-Ebing elaboró una teoría biológica de la homosexualidad como un proceso anómalo que se originaba durante la gestación, que terminaba implicando la inversión sexual del cerebro. (más tarde cambió el término “proceso anómalo” por proceso de diferenciación.) Me llama poderosísimamente la atención que el Dr. Krafft-Ebing haya intuido claramente lo que hoy es considerada  la más probable etiología, no de la homosexualidad, que no es ya tenida por enfermedad, pero sí de los trastornos de identidad de género donde, durante la gestación, se feminizaría el cerebro mientras el resto del cuerpo absorbe las hormonas masculinas y se desarrolla acordemente, lo que hace que una transgénero se perciba mentalmente como mujer a pesar de la evidencia de su anatomía masculina (e inversamente, claro) y que torne cualquier maniobra psicológica o psiquiátrica inoperante en este terreno.
Debiendo sentar doctrina en un campo sin otro precursor que su propia intuición, Krafft-Ebing sitúa los casos correspondientes a transexualismo como uno de los grados de la inversión sexual, fenómeno de transición entre la homosexualidad y la paranoia, en una escala que va desde el “hermafroditismo psicosexual” hasta la “metamorfosis sexual paranoica”. (whatever that means…)
Pero la obra de Krafft-Ebing pronto fue eclipsada. Las teorías que Sigmund Freud expuso en Tres Ensayos Sobre la Teoría de la Sexualidad (1905) hacen considerar a la homosexualidad un problema psicológico. Y por otra parte en Austria, un país profundamente católico, no gustó  que Krafft-Ebing afirmase que el anhelo de santidad y martirologio eran, en realidad, histeria y masoquismo disfrazados. Asegurar que la homosexualidad no era una perversión ni una enfermedad, como la grey y sus pastores creen firmemente hasta hoy, tampoco lo ayudó, evidentemente.
Si un verdulero pierde la razón no se debería concluir que el comercio en frutas y verduras propende al desarrollo de esquemas esquizo-paranoides, pues estamos estudiando a un loco que era verdulero y no a los verduleros que se vuelven locos. De ser así pronto concluiríamos que el índice no es demasiado distinto del de los que mercan en clavos y tornillos.
Como dije en otro lugar, el pensamiento de Sigmund Freud tiene limitaciones. (También podríamos decir lo mismo del prototipo de los hermanos Wright, incapaces de producir un decente 747.)
Podríamos decir, por ejemplo, que manifiesta un sobredimensionamiento de lo sexual en detrimento del infinito espectro del fenómeno humano. También que define al psiquismo normal a partir del análisis de lo patológico.
Conviene señalar que los primeros casos estudiados de transexualismo han sido casos de psicosis. Era el único material que tenían disponible para estudiar: los que caían en la jaula. Los que andaban sueltos por ahí, no podían ser estudiados, no porque no fueran casos de transexualismo sino porque no eran casos de psicosis.
Siempre digo que estudian los pájaros que pueden atrapar. Y los pueden atrapar porque son pájaros que no pueden volar. Lógicamente concluyen (entre otras trascendentales verdades científicas) que los pájaros no vuelan…
El famoso caso SCHREBER, estudiado por S. Freud, es ejemplar en ese sentido. Con el agravante de que el Dr. Freud JAMÁS trató personalmente al Presidente Schreber, simplemente comentó sus “memorias”, las confesiones de un psicópata.
Volvemos a encontrar interés científico en la transexualidad de la mano de Magnus Hirschfeld (1868-1935) conocido como “El Einstein del Sexo”, cuya prolífica obra se inicia en el año 1897, fundando el Comité Científico Humanitario, abocado a la lucha clandestina por los Derechos de los Homosexuales. (Probablemente fueron estos papeles precursores los que llegaron a manos de Krafft-Ebing, morigerando su actitud respecto a la homosexualidad). Fundó sociedades, foros, ligas, revistas, congresos; escribió artículos , libros, panfletos por espacio de 36 años, hasta que, en 1933 los nazis saquearon y cerraron su instituto de investigaciones, quemando sus publicaciones. Aprovechó para tomarse unas vacaciones en Francia por tiempo indefinido pero dos años después falleció en Niza.
Chismes “de fuentes generalmente bien informadas”, aseguran que en los prolijos archivos del Dr. Hirschfeld dormían expedientes de unos angustiados jóvenes que lo habían consultado y que, con el correr de esos años turbulentos, habían devenido jerarcas del ascendiente Partido Nacional-Socialista Obrero Alemán, liderado por el inefable Führer Adolf Hitler. Y como el fuego borra todo, o casi…
A pesar de que nunca está de más tener una noción de la vida y obra de estos personajes, Hirschfeld nos interesa particularmente porque, en 1923, se refirió a las formas intersexuales no estableciendo diferencia entre travestismo, homosexualidad afeminada y transexualidad. ¡Precisamente la actitud que sobreviene en una fuerte corriente científica actual que, de prosperar, considerará a todas las variantes TRANS como apenas diferencias de grado de una misma fenomenología intersexual!
Continuando con la cronología, David Oliver Cauldwell (1897-1959) nació en Cleveland, Ohio, USA. Aunque el término “transexualismo” fue originado por Hirschfeld en 1923, como vimos, el Dr. Cauldwell tuvo el mérito de usar esa palabra específicamente en referencia a aquellos que tenían el deseo de cambiar fisiológicamente su genitalidad.
Cauldwell distingue el “sexo biológico” del “sexo psicológico” y considera que este último está determinado por el condicionamiento social (es decir, lo que nosotros denominamos género). Negaba que hubiese modos masculinos o femeninos de pensar, a partir de las diferentes fisiologías.
Aunque exhortaba a una actitud tolerante e incluyente hacia la homosexualidad y el travestismo, no consideraba que la solución quirúrgica fuese la respuesta al transexualismo prefiriendo,  evidentemente, el enfoque freudiano, al juzgar tratarlo como un desorden mental. (Psychopathia transexualis, 1949) Puede haber sido el antecedente para que en 1980 se introduzca el término “transexualismo” como diagnóstico en el “Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales” (DSM-III) de la Asociación Americana de Psiquiatría, lo cual legitimó en el campo de las ciencias médicas que la transexualidad fuese un desorden mental. En la cuarta edición de esta publicación oficial (DSM-IV) de 1994, se cambia la palabra “transexualismo” para reemplazarla por la expresión “trastorno de identidad de género”(TIG), “para designar a aquellos sujetos que muestran una fuerte identificación con el género contrario e insatisfacción constante con su sexo anatómico”.
Harry Benjamin ( 1885-1986 ) nació en Berlín. Obtuvo el doctorado en medicina en 1912 con una disertación sobre tuberculosis. A pesar de esa temprana orientación hacia infectología luego se interesó en sexología. Dejó Alemania en 1913 y se radicó en EEUU, donde en 1915 inició su práctica médica en la ciudad de N. York. Luego se mudó a la costa oeste y ejerció en S. Francisco. Allí, en 1948, fue visitado por Alfred Kinsey, quien deseaba consultarlo por el extraño caso de un joven que “deseaba transformarse en mujer” que había aparecido en el marco de las entrevistas que resultarían en el famoso volumen “Sexual Behavior in the Human Male”, publicado ese mismo año. Fue ese caso el que hizo comprender a Benjamin que existía una clara diferencia entre la demanda del joven y el travestismo, única condición asociada en esa época al deseo de asumir roles femeninos. Decidió tratarlo con estrógenos conjugados (Premarín, que había aparecido en 1941, resultado de las hormonas presentes en la orina de yeguas preñadas  –PREgnant MAre uRINe- y conjugadas por la presencia de ácido sulfúrico, genéricamente identificados por la sigla EEC –Estrógenos Equinos Conjugados) lo cual disminuyó las angustias del paciente (y de su madre, que no deseaba verlo frustrado en su anhelo de “transición”.)
En 1954 reincorporó el término “transexual”, que había sido acuñado por Hirschfeld en 1923 e intentando acumular información y experiencia formó un equipo multidisciplinario para atender varios cientos de casos en forma gratuita, observaciones que fueron catalizadas en su inmortal obra “The Transsexual Phenomenon”, (1966) donde expone 172 casos representativos.  Sus pacientes lo consideraban como un hombre de enorme cariño, respeto y bondad y muchos de ellos mantuvieron contacto con él hasta su muerte. Ese cariño, respeto y bondad emanan de su libro, que exhorto fervientemente a leer a toda persona interesada en esta problemática fascinante.
Como médico, Dr Benjamín, adhería al enfoque fisicalista por entender que la cosa giraba en torno a desórdenes endócrinos que correspondientemente podían ser abordados con una farmacopea hormonal, en detrimento de las maniobras psicológicas, psiquiátricas y psicoanalíticas. En algún encuentro que tuvo con Sigmund Freud, en Viena, así se lo hizo saber.
El Harry Benjamin International Gender Dysphoria Association, fué creado en 1979, con el beneplácito del insigne médico.
En opinión del Dr. Benjamin y de la “Asociación”, fiel a sus conceptos “…el transexual siente que pertenece al otro sexo, quiere ser y funciona como miembro del otro sexo, no sólo lo aparenta. Sus órganos sexuales, tanto primarios como secundarios son deformidades repugnantes que tienen que ser cambiadas por el bisturí del cirujano. Esta actitud parece ser el diagnóstico diferencial clave entre los síndromes de travestismo y transexualismo”. Respetabilísima opinión: si transexual es quien se opera, quien desea operarse inexorablemente es todo un/una transexual en potencia. El proceder quirúrgico, ampliamente aceptado en el campo de la medicina especializada, permite modificar los genitales en concordancia con lo que la persona siente que es. Ya que la psicología no puede ajustar la mente al cuerpo, la cirugía ajusta el cuerpo a la mente. (Brillante fórmula que debemos a Gooren.)
Pero si introducimos la alternativa transgenérica, como pronto se verá, las cosas cambian. En la realidad, como directo fruto de décadas en el activismo TRANS, estoy en condiciones de afirmar contundentemente que, en la actualidad, la infinita mayoría de los y las transgéneros detienen su proceso de (mal llamada) “transición” antes del quirófano. Y lo que es peor, las pocas personas que conozco que se han hecho la vaginoplastia, no han quedado tan satisfechas como se soñaban, incluyendo un caso de mi conocimiento personal, que voluntaria y desinteresadamente expone en público su realidad para desalentar el “paso final”.
A John Money (1921-2006) sólo lo mencionaré para respetar la cronología de esta exposición: “Intuyendo rectamente” que ciertos procesos “pasaban por fuera del cuerpo”, tomó prestado de la gramática el concepto de “género”, concluyendo que éste era una construcción sociocultural. De ahí la identidad de género y/o el rol de género, todo lo cual coadyuvará al desarrollo continuado del estudio del fenómeno “transexual”. En otras cosas el Dr. Money parece que no fue tan afortunado, a pesar de lo cual le fue otorgada la Medalla Hirschfeld por su aporte al desarrollo de…etc.
Como la clara opción pasaba por el bisturí, pronto se habló de transexuales pre-quirúrgicos y transexuales post-quirúrgicos.
Los parámetros del Dr. Harry Benjamin. Cuando las primeras clínicas se constituyeron, el único texto disponible para referencia de los investigadores en materia de transgenerismo era el trabajo del Dr. Benjamin, “El fenómeno transexual” (1966). Y cuando las transgéneros fueron evaluadas respecto de su aptitud para someterse a cirugía, su conducta cuadraba óptimamente con los criterios de Benjamin. Llevó un tiempo sorprendentemente largo (varios años) para que los investigadores se dieran cuenta de que la razón por la que los perfiles conductuales de las candidatas encajaban tan bien era que también las candidatas habían leído ese único texto, que pasaba de mano en mano dentro de la comunidad transgenérica en su ansiedad por transmitir una imagen de conducta que permitiese aprobar el exámen. Así, TODAS las candidatas (anatómicamente masculinas que vivían como mujeres y que se identificaban como transgéneros) negaban experimentar sensación erótica gratificante a través de su pene (según lo había decretado Benjamin) a diferencia de los travestidos, en los cuales se había establecido que resultaba “permisible”. Admitir tan natural deseo hubiese arriesgado ser juzgado como inapropiado para el rol, lo cual equivalía a descalificación para cirugía.
Investigadores e Investigados: distintas metas. La división de aguas era neta: De un lado los investigadores, del otro, las transgéneros, ambos procurando distintas metas. Los investigadores querían:
1-una clasificación de síntomas.
2-criterios de diagnóstico diferencial.
3-procedimientos de evaluación.
4- canales confiables de tratamiento y seguimiento intensivo.
Las transgéneros sólo querían operarse. Su objetivo era claro, además, respecto de los investigadores (los denominaban LA POLICÍA DEL CUERPO) y consideraban los criterios de evaluación de los médicos meramente otro obstáculo más en su carrera al quirófano. Apenas algo a ser superado. Por lo que, al respecto, simplemente repetían la muletilla aportada por el mismo Dr. Benjamin, a saber, el sentirse “en el cuerpo equivocado”.
Lo que se llama un diálogo difícil.
Hasta el día de hoy, todavía no se alcanzaron los criterios para un diagnóstico diferenciado, ni se cuestiona suficientemente la expresión “cuerpo equivocado”. No existe un test psicológico que eficientemente diferencie a la transgénero del resto de las disponibilidades sexuales. No hay más psicopatología en la población transgenérica que en la población en general, aunque la respuesta de la sociedad al transgénero plantea algunos problemas más o menos insuperables hasta ahora. Intercalo el siguiente documento por considerar ésta su ubicación apropiada:
ESTÁNDARES ASISTENCIALES EN TRASTORNOS DE IDENTIDAD DE GÉNERO. (The Harry Benjamin Int´l Gender Dysphoria Ass., Inc. – Junio 1998.
EL OBJETIVO GENERAL DEL TRATAMIENTO. El objetivo general de las terapias ya sean psicoterapéuticas, endócrinas o quirúrgicas para el tratamiento de los trastornos de la identidad de género es la adaptación personal a largo plazo con el género con el que uno se identifica, con el objeto de potenciar el bienestar y la autorrealización.
EL UMBRAL CLÍNICO. Se traspasa el umbral clínico cuando la preocupación, la incertidumbre y las preguntas acerca de la identidad de género de una persona continúan desarrollándose y llegan a ser tan intensos como para convertirse aparentemente en el aspecto más importante de la vida de la persona en cuestión o impiden que se instaure una determinada identidad de género relativamente sin conflictos. Este conflicto de la persona se conoce a niveles más o menos informales como problema de la identidad de género, disforia de género, problema de género, preocupación por el propio género, tensión de género o transexualidad. Este tipo de conflicto se suele manifestar desde los años preescolares hasta la vejez y tiene muchas manifestaciones alternativas. Estas manifestaciones se dan por los diferentes grados de insatisfacción personal con la anatomía sexual, características corporales propias de cada sexo, roles sexuales, identidad de género y la imagen que dé ante los demás. Cuando los individuos insatisfechos cumplen los criterios específicos según una o dos de las nomenclaturas oficiales (…) se puede afirmar formalmente que sufren un trastorno de la identidad de género. Algunas personas con trastornos de la identidad de género sobrepasan otro umbral: tienen el deseo persistente de sufrir la transformación quirúrgica de su cuerpo.
Robert Jesse Stoller (1924-1991) se graduó de médico en 1948 continuando su especialización en el área de Psiquiatría. Fue constituído Prof. De Psiquiatría en la UCLA e Investigador Científico en la Cínica de Género de la UCLA. Partiendo de las ideas de Money, investigó la temática de género.
No es este, sin duda, el lugar apropiado para exponer la extensión y la profundidad de la obra de Stoller, pero básteme expresar algunos importantes logros: A pesar de haber publicado nueve libros se volvió “popularmente famoso” por “Sex and Gender” (1968) , aunque sus otras obras son de inestimable valor para los investigadores. En “Sexo y Género” introdujo el concepto de Identidad de Género Central (Core Gender Identity) que se refiere al GÉNERO correspondiente a la identidad sexual, en contraposición al sexo biológico. Pronto se acuñó el término TRANSGÉNERO atendiendo a la identidad de género, es decir, atendiendo a la conciencia de ser varón o hembra, más allá de toda evidencia anatómica. Y así, se reservó el vocablo TRANSEXUAL para quien hubiese atravesado la barrera del quirófano.
LA REVOLUCIÓN STOLLERIANA fue así denominada no sólo por su brillante clarificación, sino porque muchísima gente se reconoció transgénero a partir de conocer la obra del Dr. Stoller. Medio en broma, se los denominaba “stollerianos”. Otro de los logros del Dr. Stoller fue el resultado de sus esfuerzos por definir los rasgos, sobre todo psicológicos, por los que un transgénero se diferencia radicalmente del travestido y del homosexual afeminado: estos son y se sienten hombres, en tanto disfrutan de su pene (lo cual coincide en un todo con los parámetros sentados por el Dr. Benjamín, según ya vimos.)
En 1973 el médico inglés Norman M. Fisk propone el término “síndrome de disforia de género” para denominar no sólo la transexualidad sino también otros trastornos relacionados con la identidad de género. Con el término “disforia de género” se designa “la insatisfacción resultante del conflicto entre la identidad de género y el sexo asignado”.
“La identidad de género es la convicción personal y privada que tiene un individuo sobre la pertenencia al sexo masculino o femenino”(Master, Johnson y Kolodny, 1987: 239)
El rol o papel de género es todo lo que la persona dice o hace para indicar a los demás y/o a sí mismo el grado en que es masculino o femenino. “La identidad y rol de género son las dos caras de una misma moneda y por tanto, inseparables. La identidad de género es la experiencia privada del rol de género, y el rol de género es la manifestación pública de la identidad de género” (Gooren, 2003: 47)
Desde la infancia su identidad mental es distinta a su identidad genital. Son mujeres que se sienten “atrapadas” en cuerpos de hombre, y hombres que se sienten “atrapados” en cuerpos de mujer; sin trastornos psiquiátricos graves que distorsionen la percepción de la realidad, que necesitan ser aceptados social y legalmente en el género elegido.” (Becerra-Fernández, 2003: 66)
“Dado que los transexuales ven su identidad/rol de género franca e ingenuamente como correcta y su cuerpo como totalmente erróneo, la psicoterapia para reconciliar su identidad de género con su cuerpo está condenada al fracaso. Los transexuales no perciben que puedan permitirse optar por la psicoterapia o la reasignación de sexo. A su juicio no hay opciones, sólo hay una manera de salir de su encierro: “el cuerpo” debe acompañar a “la mente”. (Gooren, 2003: 50)
La trasgénero es alguien que se siente mujer y siempre se ha sentido tal. Lo más probable es que haya pasado por las más diversas crisis (religiosa/pecado; psicológica/inadaptación; psiquiátrica/trip; etc.) y que, tras irlas superando una tras otra a través de los años, escapándole al suicidio, descubriendo en carne propia que una cosa es marginado y otra muy distinta es marginal. Ha comprendido finalmente lo que sabía desde siempre: que es femenina, no afeminado; que es mujer y que portar un pene bajo la falda no la hace menos mujer, que “cada una es como es” y que “ella es una mujer así”. El lucir indumentaria femenina no le produce un particular goce sexual (como hemos visto en el caso del travestido) sino la frívola alegría que naturalmente nos produce mostrar nuestros queridos trapos. Los hombres le atraen (NO como a los homosexuales, sino) como a casi toda mujer. Y particularmente si son heterosexuales, predilección que complica un poco las cosas. (Deberíamos suponer que un heterosexual prefiere una mujer genética, “sin otros accesorios”) En la relación amorosa no le agrada que su compañero se interese por su genitalidad. (Aunque, en la realidad de las cosas, sus compañeros están fascinados precisamente porque esta mujer lo sea en forma tan peculiar. Lo cual, en el otro extremo, también complica un poco las cosas.) Como tantas mujeres, las hay bisexuales, que saben disfrutar, además, del particular encanto de la relación con otra mujer. Algunas han abandonado toda búsqueda de una relación amorosa con un hombre y van en procura del reconocimiento de su feminidad en el seno de la Hermandad de Bilitis (tendencia que se verifica, mayormente, entre las personas que ya pasaron por la ablación de sus genitales masculinos. Personalmente supongo que esas personas ya se sienten por encima de toda sospecha respecto de las auténticas motivaciones que la llevan a tomar contacto con una compañera. En Caracas existe una sociedad Translésbica.)
Voy a proponer un paradigma: Rachel, “la” norteamericana que fundó el Grupo de Travestidos y Transexuales del Gay Liberation Front, de Londres, se define como lesbiana, pero desde el punto de vista genital-anatómico es hombre, no obstante lo cual se siente y considera mujer y feminista y como tal se comporta y viste. En tanto que es lesbiana, es homosexual, le gustan las mujeres. Pero, por otro lado, al estar instrumentado genitalmente como hombre y gustar de las mujeres, bien podría “acusárselo” de hetero. Está legalmente casado y sólo tiene esporádicas relaciones con hombres, pues los considera poco atractivos y excesivamente falocentrados. Fue la única persona de sexo masculino admitida en las reuniones de las feministas inglesas: Las compañeras del Women´s Liberation Front la consideran otra mujer. Judith, su esposa, es homosexual y sólo tiene relaciones sexuales con mujeres (incluido su esposo, por supuesto, digo yo…)
Cuándo anunciará “el MANUAL” que no estoy loca?
Si al principio los homosexuales eran enfermos, pero después no; y si antes las transexuales eran locas, pero ahora no…resulta que esto no es serio y la “sagrada escritura” que se pretende que sea el MANUAL  definitivamente no es confiable. Desde hace ya un largo rato casi todo el edificio de la Psiquiatría está siendo cuestionado por albergar en su “misterioso” seno manipulaciones que giran en constelaciones de dinero y poder, con la persuasión del terror (las clínicas para “tratar” a “gente díscola que no entiende razones” tanto en la ex -Unión Soviética cuanto en EE.UU., los “paletazos” de la TEC, el “shock insulínico”, la lobotomía/lobectomía, las manipulaciones con psicofármacos para prolongar innecesariamente la costosa estadía de pacientes de familias pudientes en lujosas clínicas, la “sopa de Valium” para drogar a los que tienen la desgracia de caer en un “depósito de locos”, en lugar de estudiar sus casos y tratarlos, la sistemática condena, por parte de la Psiquiatría “oficial” del psicoanálisis y otras psicoterapias dinámicas alternativas, etc.) Así que, como estos “pentimenti” del MANUAL no ayudarán a la imagen de una institución en crisis, la rectificación del exabrupto se posterga. Como le ocurre a la iglesia católica con los casos de pederastia traídos a la luz de la opinión pública: “Encima que éramos ´pocos´ y justo ahora, la abuela…”
Había pensado dejar para el final la exposición extemporánea del aporte del Dr. Jacques Lacan al tema TRANS, pero considerando su imprescindible obra como periférica con respecto al enfoque del presente papel, he preferido dedicarle otro artículo, donde se desarrolle debidamente su particular visión. (Dicho esto a modo de justificación de su ausencia acá.)

©Hannah Lilith Migliavacca.                                                                                          Junio 2010.



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