III- LA ACTITUD RECEPTIVA.
Sin el menor ánimo de enturbiar el agua para que parezca más
profunda (¡todo lo contrario!) expresé antes que el artista se retira, crea un
clima. De análoga manera, quien desea recibir el mensaje debe sintonizarse en
la frecuencia que corresponda. En otro artículo me referí específicamente a la
actitud poética. (“La poesía debe ser hecha por todos”)
Uno puede muy bien tener como música de fondo “La alegría de
París”, de Offenbach, o la obertura del ballet “Romeo y Julieta”, de
Prokofieff, mientras hace las camas. O
mirar sin ver una reproducción de Paul Klee, que cuelga en la sala de estar,
mientras se abisma tratando de imaginar de dónde sacará recursos para cancelar
el alquiler. Tanto la música “ambiental” como la decoración de ambientes son
recursos valiosos para hacer nuestra existencia cotidiana más grata y
llevadera. Pero no es eso lo que denominamos actitud receptiva frente a una
obra.
En cambio, cuando nos abstraemos, nos concentramos en el
encuentro íntimo con un libro, una pieza musical, un dibujo o una pintura, una
escultura, o cuando evaluamos estéticamente un edificio, estamos intentando una
actitud receptiva. En la medida que con frecuencia practiquemos la actitud
receptiva, el “clima poético” tenderá a crearse con creciente espontaneidad. O
casi.
En mi caso personal, cuando cumplidos todos los trámites de
esta “misteriosa gimnasia del espíritu” NO PASA NADA, adjudico al artista en
cuestión el beneficio de la duda: No es que la obra no suene, es que mi oído no
debe estar suficientemente entrenado para recibir este tipo de mensaje. ¿No se
suele decir, acaso, que cuando el discípulo está listo aparece el Maestro?
Hemos sabido de tantos genios alegremente condenados que me horrorizaría
dictaminar injustamente sobre el respetable esfuerzo de un colega. En derecho,
la regla es que se prefiere un culpable en libertad a un inocente encadenado.
“In dubio, pro reo.” Simplemente aplico ese criterio y te exhorto a practicar
la benevolencia. Quizá, en efecto, esta obra sea un tanto floja, pero ni los
Grandes Maestros sólo producen Obras Maestras. Jorge Luis Borges se
resistió durante mucho tiempo a que le publicasen sus “Obras Completas”. “¿Qué
significa “Obras Completas”?” –me explicó ante mi admiración por su negativa
reiterada- “¿Que todo lo que alguien produjo es ejemplar?.¡Por favor!”
Conservé su enseñanza.
Cierta vez concurrí, acompañada por un amigo, al Museo de
Bellas Artes de Buenos Aires, a apreciar una reciente adquisición muy
promocionada.
-No me gusta. No me transmite nada…-dije.
-Pero … si es un Picasso!
-Será…no lo niego. Pero no me gusta y no me mueve!
La anécdota podría quedar allí y sería perfecta. Sólo me
permitiré la pedantería de agregar que algunos años más tarde, con los cambios
de gobierno y de autoridades “culturosas”, se descubrió un negociado: el cuadro
en cuestión era una burda falsificación. Pobres los que aplaudieron como focas
de circo por el sólo hecho de que era “un Picasso”.
A veces, nos cuesta asimilar las nuevas tendencias que van
surgiendo. Los artistas son la vanguardia de la Humanidad, deben captar el
ZEITGEIST, el espíritu de los tiempos que corren, con mucha mayor antelación
que sus congéneres menos alertas. Algo semejante ocurre en la relación de los
filósofos con los científicos: La filosofía anticipa oscuramente el sentido que
tomará la ciencia y, a la luz de las realizaciones científicas, la filosofía
postula argumentaciones más o menos abstractas sobre el sentido de la marcha.
Esas dos se retroalimentan.
A veces, uno dice: “Antes no me gustaba, pero ahora le voy
percibiendo ´un no-sé-qué´…”
Cierta vez le preguntaron a Arturo Uslar Pietri qué
vaticinaba en cuanto a la relación del público con el arte abstracto. Dijo:
“Como se acostumbraron a mirar Impresionismo, se acostumbrarán a mirar arte
abstracto.” Siempre me pareció agudísimo. O témpora, o mora.
Bueno, pero entonces y en definitiva…¿qué implica la
apreciación artística? Pues, simplemente, ser capaz de contemplar obras
tratando de formarse una opinión propia (NO de una vez y para siempre)
respetando las opiniones ajenas (que tampoco son eternas) y escuchando
desapasionadamente lo que tienen para decir quienes nos aventajan en décadas de
práctica contemplativa.
Sir Lawrence Alma Tadema tuvo la maravillosa fortuna de ser
un talento inmediatamente aceptado por sus contemporáneos. Poco después de su
muerte el mundo y su orden establecido cambió radicalmente y la pintura de los
Prerafaelitas fue rápidamente decayendo en el favor del público. Era una nueva
época que miraba con desdén aquellos ideales “pueriles”. Hoy se matan por un
Alma Tadema: Según los tiempos, así los gustos, dice el latino.
Cuando se mostró por vez primera al público la “Olimpia” de
Manet, las autoridades del Salón de Otoño, que habían aceptado la obra muy a
regañadientes, la cambiaron de lugar a poco de abrir la muestra, colgándola muy
alto sobre el marco de una puerta, temiendo que algún exaltado de entre el
público indignado lo destrozara. Otro tanto le paso con su “Desayuno en la
hierba”. Lo dicho: Desde su altura, los artistas atisban lo que sólo luego
percibirá el común de los mortales. Anuncian las primicias venideras, son los
vates de la nueva hora.
Cuando los artistas que trabajan para firmas de renombre
internacional como Givenchy, Yves Saint Laurent, Dior, Chanel, Armani, anuncian
que el año próximo se va a usar tal cosa…saben lo que dicen! Tú juras que no te
lo pondrías (y acaso tengas razón). Pero ocurre que ellos lo “huelen” en la
atmósfera de su mágica profesión. Por eso son quienes son…
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