jueves, 21 de junio de 2012

EL ANDRÓGINO, Ideal de perfección


                           
                                                                                                                 Tadzio, eterno…

EL ANDRÓGINO, Ideal de perfección.
Seguir insistiendo con esa ficha ya gastada que sale rauda de la manga transgenérica para afirmar con nostálgico gesto romántico que sencillamente se está habitando “EL CUERPO ERRADO”, es una cómoda inexactitud que proyecta un cono de sombra siniestra, primero para la integridad psíquica de quien la enuncia, intentando una fácil definición, y luego para quien, al escucharla decida apropiársela, sea transgénero o no.
El traer a colación un ejemplo aleatorio de la gramática tiene acaso que ver con lo no aleatorio de la lingüística, en relación a la temática transgenérica.
Ya está bueno con que el verbo es una acción. Es una definición pueril, plausible en los primeros grados de la escuela primaria.
Ya está bueno con que estoy encerrada en el cuerpo equivocado. Fue un brillante giro poético que tradujo, en el auge de los estudios sobre el género humano, tras terminar la II Guerra Mundial, la expresión latina “Anima muliebris in corpore virile inclusa”. (Locked in a wrong body.) El niño mimado de Port Royal, René Descartes, al querer parecer original, enunció su “Res extensa et Res pensante” y no hizo sino renovar el concepto medieval de cuerpo y alma, como convenía a sus amos. Pero continuar imaginando la realidad humana en los términos propios de La Noche Negra de la Historia, nos hace proclives a tener “El Yo Dividido”, rasgo esencial de los cuadros esquizoides. Quién es la que está encerrada en el cuerpo? El alma? Un fantasma dentro de la máquina?
Este es mi cuerpo, mi único cuerpo, mi querido vehículo. Al que puedo pintar, depilar, injertar, recortar, nutrir, et alter, hasta donde la voluntad, la paciencia, la tecnología y mi presupuesto aguanten.
Y todo a partir de un mal manejo de los conceptos de SEXO Y GÉNERO. Mantener despejados esos dos conceptos aclarará muchas cosas más: sexo es lo fisiológico; género es un concepto social, la suma de roles asignados por una cultura en sus distintas épocas. El sexo está indeleblemente grabado en los cromosomas (por eso no puede hablarse de tal cosa como “cirugía de cambio de sexo”, porque no se pueden operar los cromosomas.) El género es “las niñas juegan con muñecas” y “los niños con camioncitos o a la pelota”. (Por lo que debemos hablar de cirugía de afirmación de género.) O, en broma, aunque muy útil para fijar conceptos, suelo afirmar que el sexo está entre las piernas y el género entre las orejas.
Recapitulemos brevemente la historia de esta arraigada confusión de términos. Porque si queremos articular nuestra compleja identidad habrá que intentar reconceptualizar el cuerpo.
Es especialmente la prehistoria de la filosofía, la fase presistemática del pensamiento, la que deberá retener actualmente nuestra atención.
EL FOLKLORE, ese enorme reservorio de creencias y concepciones no sistemáticas, a la vez arcaicas y contemporáneas, por estar a veces integradas al acervo cultural evidente y otras desdibujadas tras el espeso velo del inconsciente colectivo de una comunidad, nos obsequia desde la noche de los tiempos, mitos y ritos que implican la unión de los contrarios y el misterio de la totalidad, lo que Nicolás de Cusa denominaba “coincidentia oppositorum” (para él la definición menos imperfecta de la Deidad).
Más de dos mil años antes de Cusa, Heráclito de Éfeso, uno de los más importantes presocráticos, (e, incidentalmente, mi consentido) escribía en lo que llega a nosotros como el “fragmento 67” de lo que queda de su trascendental obra:
“”La deidad es día y noche, invierno y verano, guerra y paz, saciedad y hambre, es decir, TODOS LOS OPUESTOS.”” Ante qué estamos sino ante el ansia de totalidad, de completud, dijo alguien? Me asalta la visión de un monje Zen, estirando una cuerdita entre sus dos puños mientras sonríe enigmáticamente: armónico equilibrio por tensión entre los opuestos!
Pero no pretendo marchar por la vía teológica, ni la metafísica, a pesar del interés que éstas puedan tener para la Filosofía Occidental u Oriental. Antes bien, sugiero líneas para continuar explorando.
Otra de esas vetas de investigación la constituye el concepto de totalidad en la obra de Karl Gustav Jung: baste recordar cómo aggiorna el concepto cusano de coincidentia oppositorum, también brillantemente interpretado por él como “mysterium conjuctionis” e “integración de los opuestos”.
En el mito de la cosmogénesis judeo-cristiana, la creación de la mujer a partir de una costilla extraída de Adán bien puede ser interpretado como una referencia a la androginia del hombre primordial. Será su primer nombre ISHÁ (Varona) porque de ISH (Varón) fue tomada. En esa escritura será el primer ser humano que llega al mundo proveniente de un hombre sin intervención de una mujer. El mito cristiano, siempre preocupado en guardar las simetrías que puedan justificar sus vinculaciones con las raíces judías, hará nacer al Cristo de una mujer sin intervención de un hombre. (Otra simetría es que si por un hombre entró el pecado al mundo -Adam ha rishón- por otro salió. Parece que todos los papeles protagónicos son para los varones en estas dos películas: HAVVAH y la Virgen tienen roles secundarios en este tipo de súper producciones.)
En otras tradiciones hallamos ideas semejantes. El mito de la androginia ilustra una creencia muy difundida: la perfección humana, identificada con el antepasado mítico, implica una unidad que es una totalidad. Veremos la importancia de la androginia al estudiar ciertas especulaciones gnósticas y herméticas. Precisemos desde ya que la androginia humana tiene como modelo la bisexualidad divina, concepción compartida por un buen número de culturas.
“La bisexualidad divina es una de las múltiples formas de la totalidad-unidad”, afirma Mircea Eliade en su Historia de las Creencias e Ideas Religiosas. Esa totalidad está significada por la unión de los contrarios pues la divinidad, en tanto omnipotente NO PUEDE NO SER ALGO. Masculino/femenino, visible/invisible, cielo/tierra, luz/tinieblas pero también bien/mal, creación/destrucción, etc. La reflexión sobre estos pares de opuestos ha llevado, en diversas religiones, a unas audaces conclusiones acerca tanto de la condición paradójica de la deidad, como de la valoración de la condición humana.
La coincidentia opositorum o el misterio de la totalidad puede bien comprenderse a través de la simbología que contiene las creencias concernientes a la realidad última, el GRUND de la divinidad, la Roca Viva, así como a través de cosmogonías que intentan una explicación de un hipotético inicio.(“Hipotético”, porque ya los griegos clásicos concebían el universo como sin inicio ni final; el TSIMTSUM de los cabalistas equivale al BIG-BANG de los astrofísicos contemporáneos y a los ciclos de generación y destrucción pendulares de varias escuelas tradicionales de la India.)
Cómodos usuarios del siglo XXI, nos avergonzaríamos de concebir a la deidad como macho o hembra, más allá del Padre Nuestro o la Gran Madre. Cuanto más, en tiempos de concepción de mitos y leyendas, al imaginar la creación de los primeros humanos, se los concibió ”a imagen y semejanza” es decir, como seres plenos, completos, en la totalidad de sus posibilidades, al menos en potencia. Luego, según las distintas culturas, sigue la separación de los seres y “la caída”. Para la antigüedad clásica el andrógino constituye un modelo, por implicar no la acumulación de órganos anatómicos sino, simbólicamente, la totalidad de las potencias mágico-religiosas correspondientes a cada género. Las transgéneros entre ciertas culturas primitivas contemporáneas, son asignadas al chamán como cónyuge-aprendiz de brujo y lo sucede en el cargo a la muerte de éste.
En otro orden de cosas, pero muy vinculado a lo mismo, el hermafrodita representaba una situación ideal desde el punto de vista de la actualización de los seres fantásticos y por eso eran empleados en la representación sagrada durante los ritos paganos. Los que se salvaban y eran atesorados por la casta sacerdotal. Porque, por otra parte, si al nacer un niño evidenciaba signos de hermafroditismo, era inmediatamente eliminado por sus propios padres, que lo consideraban una aberración de la naturaleza o un presagio de la cólera de los dioses…”Que los ritos son en el templo, no en mi casa…”
Lo sagrado del hermafrodita tiene su origen en la mitología griega: En una divertidísima circunstancia de estos dioses demasiado humanos, Hermes confiesa a Apolo cuánto desearía tener relaciones con la bella Afrodita. Accidentalmente ella lo escucha y, halagada por la franca confesión le concede una noche juntos. El fruto de la unión de Hermes y Afrodita es Hermafroditos, un ser con doble sexo.
Acaso por mi temprana inclinación por la plástica o por mi condición transgenérica, con la salvedad de lo relativo, lo subjetivo de los valores, no soy capaz de reducir la belleza del cuerpo humano a la belleza femenina, como tampoco a la masculina. Pero suelo percibir una belleza andrógina que encuentro perfecta (el mancebo Tadzio, de La Muerte en Venezia, de L. Visconti; el David, bronce de Bellini; la orgásmica “Pietá”, de Michellangelo Buonarrotti, etc.), insistiendo siempre en que andrógino y hermafrodita NO son la misma cosa, ni parecida:
En el hermafrodita coexisten los dos sexos (no necesariamente completos.) El andrógino, en cambio, representa el ideal de perfección pues CONSTITUYE LA FUSIÓN DE LOS DOS GÉNEROS. El hermafrodita es una tipificación morfológica, anatómica. El andrógino es otra especie, mucho más que un tercer sexo. Constituye un ideal, un proyecto difícilmente realizable o quizá inasequible en dos individuos por separado.
Entre quienes analizan las manifestaciones de lo bestial y lo divino en la Grecia arcaica, autóctona, aborigen, pre-helénica, hay quienes, coincidiendo con mi punto de vista, se aproximan a la tentación de sospechar que el hermafrodita se sitúa del lado de lo monstruoso y entonces colocan al andrógino sobre el altar de las representaciones divinas.
Pero apresurémonos a socorrer a la dura realidad: No creo que las tres formas del hermafroditismo (y del pseudo-hermafroditismo) clínicamente reconocidas y aceptadas contemporáneamente, represente algo monstruoso: me permitiré la licencia quasi poética de intuir que se trata de un esfuerzo de Madre Natura por alcanzar la totalización: los dos ya no están separados. Sólo que no es FUSIÓN; son dos en uno, pero todavía no es la UNIDAD, la SÍNTESIS. Esa unidad monolítica la representaría el andrógino.
Y postulo que la belleza andrógina es perfecta porque, como en la Gioconda del sobrehumano Leonardo, como en algunas felices imágenes de lo sagrado, a veces manieristas, claro, allí está todo: Gracia y Terror; ferocidad y media sonrisa. Y, en definitiva, qué es lo sagrado sino lo que definió Rudolf Otto como GANZ ANDERE: lo completamente distinto?
Los cuarenta años que transcurren desde la publicación de la Crítica de la Razón Pura, de Kant, 1781, hasta la Filosofía del Derecho, de Hegel, que aparece en 1821, constituye uno de los más extraordinarios períodos de la Historia del Pensamiento Occidental.
En Filosofía hablaremos del Idealismo Alemán y en todo lo demás de mis adorados Románticos Alemanes, que inmediatamente convertirán a toda Europa al Romanticismo, que ya no será alemán sino francés, checo, español, húngaro, austríaco, inglés, anche italiano en las letras, en la pintura, en la música, en la política y en todo lo que pueda dar valor al hecho de considerarse humano.
Como no podía ser de otro modo, estos queridos amigos míos estaban en un todo de acuerdo conmigo: Para ellos el andrógino era el tipo humano perfecto del futuro. El Dr. Ritter, médico ilustre y amigo de Novalis elaboró toda una modesta filosofía en torno al andrógino. “…nacerá de los dos. Pero el esposo y la esposa se fusionarán unidos en un solo y mismo esplendor.” El cuerpo que entonces nazca será inmortal.
El filósofo Friedrich Schlegel criticaba la acentuación de los aspectos masculinos y femeninos en la educación y las costumbres de la época: “El fin hacia el cual debe tender la especie humana es la reintegración progresiva de los sexos hasta la obtención del andrógino.”
Para Franz Von Baader el andrógino existió al comienzo y existirá de nuevo al final de los tiempos. Opinaba que el fin del matrimonio como sacramento es la restauración de la imagen celestial o angélica del ser humano, tal como debería ser. El amor sexual no debe ser confundido con el instinto de reproducción: su verdadera función es ayudar al hombre y a la mujer a integrar interiormente la imagen humana completa, es decir, la imagen divina original. Mucho de todo esto viene de Jacob Boehme. Que es decir de Swedenborg. Y del simbolismo alquímico, por supuesto.
Quien sí estaba convencido de que el andrógino es la imagen ejemplar del ser humano perfecto es Honorato de Balzac. Serafita es una novela de su serie fantástica, donde se presta todo un digno esplendor a un personaje rescatado de la antropología arcaica. Serafita es la última gran creación literaria europea que tiene como motivo central el mito del andrógino.
Otros autores del siglo XIX, auspiciados por el auge del género fantástico y de horror, la novela “gótica”, abordaron el tema pero con muy infelices resultados: se trata siempre de un hermafroditismo mórbido que, rodeado de vampiros homosexuales como Carmila/Mircala y arrastrando cadenas sanguinolentas, a veces hasta termina insinuándose satánico. Como el decadentismo del género es ya espiritualmente incapaz de percibir la significación metafísica del símbolo, éste sólo puede ser imaginado en niveles cada vez más groseros: ya no se trata de la mística plenitud debida a la fusión; estamos ante una vulgar carnicería sexual. “Si no lo puedes explicar es porque no lo entiendes!…”
Puesto que la androginia es un signo distintivo de la totalidad originaria en la cual todas las posibilidades se encuentran reunidas, el hombre primordial, el antepasado mítico de la humanidad, es concebido en numerosas tradiciones como andrógino, según hemos ya visto. Y hemos visto también, que esas mismas tradiciones, incluida la nuestra, pronostican la reintegración a modo de promesa mesiánica, o directamente como parte del mundo mesiánico.
Gareth Knight, personaje que no goza en absoluto de mi simpatía, no deja de aportar una luminosa síntesis: El Eterno Femenino es La Diosa detrás de todas las Diosas, así como el Eterno Masculino es El Dios detrás de todos los Dioses. Y cando los dos se unen en UN SOLO DIOS, son Elohim, El Andrógino Divino. (Lo cual responde, de paso, al “misterio” de por qué siendo Eloha femenino lleva terminación masculina en este plural; gloriosos poetas hebreos que hicieron a la gramática otra sede de la mística!)
Qué implican todas estas creencias, mitos, ritos, símbolos que muestran claramente la unión de los contrarios, la re-ligión de los fragmentos dispersos?
Ante todo manifiestan una profunda insatisfacción por la condición humana tal como nos la despachan.
El ser humano se siente íntimamente apartado, desgarrado, separado. Se vive como un rey en el exilio y, al contemplar un atardecer o un claro de luna, cree atisbar una vaga reminiscencia de su verdadera y lejana patria: condición indefinible, atemporal, sin recuerdos precisos, un estado primordial del que gozaba antes del tiempo, antes de la historia. Todo esfuerzo por lograr la coincidencia de los opuestos revela la nostalgia del paraíso perdido, donde el león yace con el cordero, el niño juega con la serpiente y el varón y la hembra coexisten en el mismo cuerpo.
DE QUÉ CUERPO EQUIVOCADO ME HABLAS?
Ese cuerpo es el acre de tierra que te ha sido dado. Trabájalo.
Trabájalo como un campesino, como un obrero, como un intelectual, como un artista, como un monje. No hay otra tierra.
Como decía el poeta Paul Eluard “Hay otros mundos…están en éste!””
No hay otro cuerpo. No estás encerrada en el cuerpo equivocado.
HABITA Y DISFRUTA TU MARAVILLOSO ANDRÓGINO. HOY ES EL DÍA: “”No hay otro tiempo que el que nos ha tocao””. CREAR ES CREAR-SE!

©Hannah Lilith Migliavacca.                      Revised Illustrated Edition May 22, MMXII.

1 comentario:

  1. Me eh leído todo lo que has escrito, realmente me resuenan y sacuden muchos párrafos, son cosas muy profundas. Hay citas de pensadores que desconocía, la cual me has despertado la intención de leerlos. Uno de ellos será el libro Serafitas - Honorato de Balzac. Muchas gracias por hacer este texto.

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